Vi una 20 veces The Wall de Alan Parker y disfruté la música de Pink Floyd. Cada escena, como la que el personaje se convierte en un símbolo de intolerancia con dos martillos cruzados en su brazo me encantó como simbolismo de la opresión y como los intolerantes podrían hacer de este mundo un lugar más miserable. Eso fue en los ochenta y se respetaba la crítica de Pink Floyd y su líder Roger Waters, no obstante, los tiempos cambiaron y si yo saliera con un traje negro de cuero con dos martillos cruzados en mi brazo similar a los nazis claro que encontraría críticas pues la similitud es ofensiva no solo para judíos, sino para cualquier que busque una sociedad donde los racistas se han señalados y enfrentados.
El ex – vocalista de Pink Floyd lleva años con una campaña de desprestigio contra Israel , pero sus dichos y críticas pasan a toda la nación israelí al desconocer su existencia y su apoyo a grupos terroristas que buscan como objetivo la aniquilación del pueblo israelí en una especia de nuevo Holocausto. Esto promovido por Irán y grupos de extrema izquierda. Muchos de estos han penetrado organizaciones de derechos humanos como Amnistía Internacional con ese discurso de victimización eterna el cual es tan normal en la izquierda actual. La continúa crítica de la única democracia del Medio Oriente es parcializada por estos organismos al no exponer que existe un conflicto contra grupo terroristas yihadista en Israel. Estos grupos solo tienen ojos para criticar a Israel evitando los análisis de las razones de un conflicto que nació desde la primera guerra cuando la mayoría de países árabes atacaron a la nueva nación y fueron derrotados no solo en esa primera sino en dos conflictos, sentando las bases de un odio antisemita por parte de sirios, jordanos, iraníes, iraquíes y egipcios sumado a todos los grupos terroristas como la OLP y ahora Hamas.
Roger Waters tiene todo el derecho de opinar contra el gobierno de Israel, la OTAN, EEUU y defender a Putin, Maduro y cualquier régimen de izquierda que le guste mientras vive cómodamente con sus millones de dólares en Occidente. Ese es el chiste de los burgueses rojos de jet set mundial. Los que ahora son los planfleteros en la actual guerra entre las democracias y las dictaduras populistas.
El racismo nunca será una opinión, siempre será una ofensa, y parece que un sector de la extrema izquierda encontró una vertiente para destilar odio contra los judíos en su defensa de los grupos terroristas islamistas por las diferentes redes sociales y blogs.
Como en la derecha liberal existe un sector radical; la izquierda o socialdemocracia posee otro rostro en la ultraizquierda extremista. Este sector ha convertido las reivindicaciones sociales en simple populismo y añoranzas por las viejas dictaduras estalinistas y, por ejemplo, hasta el genocida de Pol Pot, líder de los Jemeres Rojos en Camboya, es visto con admiración casi religiosa.
Aunque todavía eso puede ser aceptado aplicando una mentalidad abierta en la misma izquierda moderada y democrática. Pensar que es una posición basada en una reacción a la historia Latinoamericana encadenada a la persecución por parte de las dictaduras. Podría darse un beneficio de aceptación y tolerancia a este enfoque por esa herencia brutal. Solo que al acercarse al islamismo y defender sus acciones terroristas como victorias propias es inadmisible.
Constantemente sus analistas de propaganda racista usan plataformas en el canal chavista de Telesur, RT -Russia Today- e HispanTV – medio de propaganda iraní – para brindar una cantidad de falacias idénticas a las de neonazis al negar la existencia del Holocausto o solo mostrar un lado del conflicto israelí-árabe. Se sataniza al pueblo judío y se fomenta el antisemitismo en sus foros de redes sociales, permitiendo los comentarios más ofensivos contra dicha comunidad sin ningún control o censura sobre las apologías de odio.
Se solidarizan con los actos terroristas y promueven el resentimiento por las diversas redes sociales, mostrando una parte de la realidad a favor de cualquier grupo islamista radical, y sus medios de control censuran las noticias como el caso de Malala Yousafzai, los genocidios realizados por Bashar al- Assad en Siria o las condenas a muerte hacia homosexuales y abusos contra las mujeres en países como Irán y Afganistán.
Al final, se transforman en tontos útiles del terrorismo. En simples masas adoctrinadas por ideales fanáticos de una de los fenómenos políticos y sociales más violentas como es el islamismo radical. Alabando a dictaduras como la de Bashar al- Assad, los ayatolás iranies y los matones de Hamas en Israel, donde ellos mismo hubieran conocido el puño de la represión y tortura en las cárceles solo por elevar la mínima protesta contra esos regímenes.
El fenómeno del islamismo radical ha entrado en las mentes de la extrema izquierda gracias a la ira contra Estados Unidos. Esto ha llevado a crear un racismo hacia los ciudadanos de ese país y en especial hacia los judíos.
El antisemitismo se ha convertido en el pilar de la arenga de Irán y la crítica hacia la falta de valores en Occidente ha formado un sincretismo absurdo y peligroso. El régimen iraní encontró tierra fértil para sus pretensiones intervencionistas en la crisis del sistema y la desesperanza de un gran sector de la ciudadanía mundial; no cabe duda que su intensión en lograr penetrar y, en su visión teocrática ridícula, expandir su esfera de influencia geopolítica.
Solo necesitaban células para esparcir sus ideales medievales y los encontraron en la extrema izquierda, que cayó en la trampa. Según ellos, la postura de Irán y del islamismo extremista tiene una conexión con sus objetivos revolucionarios de destruir al “imperio” y, a la vez, a su aliado Israel.
Esta extrema izquierda que conoce bien los actos de la represión, que vivió los actos de persecución, menosprecio social e intolerancia; se ha transformado en un títere que repite, escribe y fomenta las ofensas racistas contra judíos, contribuyendo a promover discursos de odio y apoyando a un Roger Waters que es un ladrillo más en la pared del irrespeto racial.